Tras la suerte que tuvimos para llegar a Cafayate conseguimos alojamiento barato en la casa de un pintor. Aunque por la noche había muchas entradas y salidas en la casa, y a la mañana descubrimos que la mesita de noche de la habitación estaba bien surtida de preservativos....ya es la segunda vez que dormimos en una casa de citas sin saberlo. Al menos los señores fueron amables y nos dejaron usar su cocina.
Ese día a la mañana recorrimos el pueblo, que se ve bastante más turístico que el resto de los valles calchaquíes. Está bien conservado, y es agradable pasear por sus calles. Conseguimos un grupo de gente para abaratar la contratación de la excursión a la quebrada de las conchas o de Cafayate, el principal atractivo turistico del pueblo. También tiene unas cascadas a 8 km de 10m de altura, pero tras la cascada de Amaicha y la falta de tiempo decidimos prescindir de esa excursión.
Tras dos semanas viendo las nubes pasar sobre nosotros pero sin oler una gota de agua en Cafayate empezamos a sentir lo que significa el verano en el norte de Argentina y Bolivia: tormentas torrenciales con granizadas espontáneas y rayos y truenos dignos de los mejores efectos especiales hollywoodienses. En media hora se inundó el pueblo, corriendo rios de agua por las calles y espantando a todos los rebaños de turistas de las vías publicas.
Sea como fuere la cosa se calmó y pudimos partir en la excursión hacia la quebrada. La excursión se realiza recorriendo la ruta que une Cafayate y Salta, parando en bastantes puntos para caminar internandote en la quebrada y así apreciar mejor las formaciones y colores de los cerros. La quebrada, como buena parte de esta zona del norte argentino, fue un mar hace millones de años. Tras alzarse el terreno y secarse las aguas emergieron miles de fósiles de organismos marinos, de ahí el nombre de quebrada de las conchas. Pero lo que más nos impresionó, además de algunas formaciones curiosas, fueron los colores. Los distintos minerales van tiñendo los cerros sobre un fondo por momentos arcilloso y otros de arenisca; un juego de colores que a la luz del atardecer resultaba embriagador.
Terminamos el tour en la garganta del diablo, y allí tomamos un autobus hasta el poblado de Alemania, donde nos dispusimos a pasar la noche.
Terminamos el tour en la garganta del diablo, y allí tomamos un autobus hasta el poblado de Alemania, donde nos dispusimos a pasar la noche.
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